EL OLVIDO
El
secreto de una buena vejez no es otra cosa
que un pacto honrado con la soledad. ( García Márquez)
Adriana se baja del autobús y llega con su pequeña
mochila al pueblo dePamplona, en la plaza
principal de aquel lugar de la cordillera de los andes se puede observar los
colores más pintorescos, al fondo las montañas en toda la gama de verdes, el
verde esmeralda predomina la zona y las altas rocas crean un contraste que los
musgos pegados a ellas atenúan el paisaje; las montañas más altas se ven en más
profundidad con un verde oscuro.
Aunque el día resplandeciente deja contemplar la iglesia y la alcaldía en su peculiar amarillo colonial, los campesinos de la zona con sus ruanas al hombro y sombreros de paja, contando sus vivencias al son de un trago de calentaito.
Adriana se pone los guantes la bufanda y emprende el camino, la brisa helada pasa rápido y golpea sus mejillas, pero esta sensación es suave, cual caricia recorre su rostro haciéndola temblar a ratos, ella va en contra sentido del viento, así que decide acelerar el ritmo de su caminata para entrar un poco en calor.
Mientras tanto observa cada casa del pueblo, estas siguen iguales desde sus visitas desde infancia, intactas con la arquitectura colonial de colores vivos, casas amarillas, rojas, pequeñas cabañas de ladrillos con sus flores lilas, cayenas que caen como cascadas desde las ventanas y balcones.
Termina el recorrido por el pueblo y llega a la carretera, decide tomar un atajo que han creado los agricultores, sigue el camino de tierra que se ha creado por el constante pasar de la gente y ya el monte le llega a las rodillas, siente el olor a tierra húmeda, la eterna llovizna mantienen el paisaje con los colores vivos y ese olor...
Casi llega a la cabaña de su padre y escucha a lo lejos los boleros que de seguro el, está escuchando. Ella viene con la firme voluntad de hacer entrar en razón al viejo que !ya es hora! ya el debe casarse, ella ya tiene su discurso preparado, como ella sabe lo terco que es, lo mejor es un buen regaño para que la escuche. Ella piensa que ya el ha vivido todo lo que un hombre puede vivir: viajar, estudiar, trabajar, parrandear y putiar.
Aunque el día resplandeciente deja contemplar la iglesia y la alcaldía en su peculiar amarillo colonial, los campesinos de la zona con sus ruanas al hombro y sombreros de paja, contando sus vivencias al son de un trago de calentaito.
Adriana se pone los guantes la bufanda y emprende el camino, la brisa helada pasa rápido y golpea sus mejillas, pero esta sensación es suave, cual caricia recorre su rostro haciéndola temblar a ratos, ella va en contra sentido del viento, así que decide acelerar el ritmo de su caminata para entrar un poco en calor.
Mientras tanto observa cada casa del pueblo, estas siguen iguales desde sus visitas desde infancia, intactas con la arquitectura colonial de colores vivos, casas amarillas, rojas, pequeñas cabañas de ladrillos con sus flores lilas, cayenas que caen como cascadas desde las ventanas y balcones.
Termina el recorrido por el pueblo y llega a la carretera, decide tomar un atajo que han creado los agricultores, sigue el camino de tierra que se ha creado por el constante pasar de la gente y ya el monte le llega a las rodillas, siente el olor a tierra húmeda, la eterna llovizna mantienen el paisaje con los colores vivos y ese olor...
Casi llega a la cabaña de su padre y escucha a lo lejos los boleros que de seguro el, está escuchando. Ella viene con la firme voluntad de hacer entrar en razón al viejo que !ya es hora! ya el debe casarse, ella ya tiene su discurso preparado, como ella sabe lo terco que es, lo mejor es un buen regaño para que la escuche. Ella piensa que ya el ha vivido todo lo que un hombre puede vivir: viajar, estudiar, trabajar, parrandear y putiar.
Ya
se casó dos veces y aunque le fue terriblemente infiel a sus esposas, ahora el
matrimonio no es una cosa de amor, es cuestión de conveniencia, la conveniencia
de no estar solo en aquel lugar tan apartado del mundo, la conveniencia de
vivir una vejez en compañía, la conveniencia de tener a alguien que lo cuide.
Ella finalmente llega, entra y lo ve de espaldas sentado en su chinchorro siguiendo la canción con la guitarra en mano y un trago de ron en el piso medio lleno.
Recuerda la ultima vez que lo vio de espaldas tomando, eran cerca de las nueve de la noche tenia ella 15 años y terminaba el con su segundo divorcio, ella lo observaba y el no se dio cuenta que había entrado en el apartamento, la única luz que iluminaba la sala era aquella tenue luz del equipo de sonido, el lloraba deshauciado, su llanto era desgarrador y solo hacia pausa para tomar su ron. No hacia falta que el dijera nada, ella sabia que era el dolor de arrepentimiento de su padre por haber perdido a su segunda familia por la infidelidad, ella lloró en silencio con el, sin que el se diera cuenta. Tenían una conexión especial y el como ella eran sumamente orgullosos como para dejarse ver por alguien cuando lloraban.
Ella lo acompaño en silencio esa noche, espero que se durmiera lo acomodó en el sofá, apagó el equipo y salió del apartamento. El nunca se enteró que ella estuvo ahí.
Ahora ella esta allí quince años después para convencerlo que lo intente de nuevo, observa alrededor de su cabaña el silencio allí a veces puede resultar ensordecedor, lo único que se escuchan en el día son los pájaros y el mugir de las vacas durante el día; en la noche los grillos y sapos. Ve desde lejos por la ventana los libros de la biblioteca de su padre, y recula en su decisión, ya el aprendió a vivir feliz en su soledad.
Lo llena el paisaje, sus caminatas con sus perros por las montañas de aquel lugar, sus amores de una noche que llenan sus pasiones; lo llenan sus noches de tertulias con sus amigos del pueblo cantando boleros con su grupo de tríos en serenatas nocturnas.
Lo llenan sus lecturas y se mantiene conectado con el mundo con la obsesión de ver sus tres noticieros diarios. La pensión lo liberó de trabajar por obligación y a ella se le desbarato el discurso ante todo esto.
Aun su padre no se había percatado de su presencia allí, ella podría irse como antes sabiendo que no podría hacer nada por ayudar, porque tal vez el no necesitaba ayuda.
Esta vez ella se acercó, lo abrazó por la espalda, una lagrima intento salir por su ojo, pero respiro profundo para que el no lo notará, dio la vuelta, se sirvió un trago de ron y comenzó a cantar a dúo con el, y a hacerle correcciones por el tono de voz de la canción. Siguieron toda la tarde cantando los boleros hasta quedarse dormidos sin nadie que los abrigará, ni acomodará del frío.
Finalmente a ella se le olvidó a que iba.
Ella finalmente llega, entra y lo ve de espaldas sentado en su chinchorro siguiendo la canción con la guitarra en mano y un trago de ron en el piso medio lleno.
Recuerda la ultima vez que lo vio de espaldas tomando, eran cerca de las nueve de la noche tenia ella 15 años y terminaba el con su segundo divorcio, ella lo observaba y el no se dio cuenta que había entrado en el apartamento, la única luz que iluminaba la sala era aquella tenue luz del equipo de sonido, el lloraba deshauciado, su llanto era desgarrador y solo hacia pausa para tomar su ron. No hacia falta que el dijera nada, ella sabia que era el dolor de arrepentimiento de su padre por haber perdido a su segunda familia por la infidelidad, ella lloró en silencio con el, sin que el se diera cuenta. Tenían una conexión especial y el como ella eran sumamente orgullosos como para dejarse ver por alguien cuando lloraban.
Ella lo acompaño en silencio esa noche, espero que se durmiera lo acomodó en el sofá, apagó el equipo y salió del apartamento. El nunca se enteró que ella estuvo ahí.
Ahora ella esta allí quince años después para convencerlo que lo intente de nuevo, observa alrededor de su cabaña el silencio allí a veces puede resultar ensordecedor, lo único que se escuchan en el día son los pájaros y el mugir de las vacas durante el día; en la noche los grillos y sapos. Ve desde lejos por la ventana los libros de la biblioteca de su padre, y recula en su decisión, ya el aprendió a vivir feliz en su soledad.
Lo llena el paisaje, sus caminatas con sus perros por las montañas de aquel lugar, sus amores de una noche que llenan sus pasiones; lo llenan sus noches de tertulias con sus amigos del pueblo cantando boleros con su grupo de tríos en serenatas nocturnas.
Lo llenan sus lecturas y se mantiene conectado con el mundo con la obsesión de ver sus tres noticieros diarios. La pensión lo liberó de trabajar por obligación y a ella se le desbarato el discurso ante todo esto.
Aun su padre no se había percatado de su presencia allí, ella podría irse como antes sabiendo que no podría hacer nada por ayudar, porque tal vez el no necesitaba ayuda.
Esta vez ella se acercó, lo abrazó por la espalda, una lagrima intento salir por su ojo, pero respiro profundo para que el no lo notará, dio la vuelta, se sirvió un trago de ron y comenzó a cantar a dúo con el, y a hacerle correcciones por el tono de voz de la canción. Siguieron toda la tarde cantando los boleros hasta quedarse dormidos sin nadie que los abrigará, ni acomodará del frío.
Finalmente a ella se le olvidó a que iba.
Comentarios